lunes, 24 de noviembre de 2008

Bruguera

Limosneros, la carrera del futuro

Por José Luis Pinedo Fernández*

Marzo 7, 2008


“Para qué estudiar”, es el sentir de muchos. Y no en pocas ocasiones hemos escuchado decir que “si no quieres que haya gente pidiendo dinero, no les des dinero”. Mientras que los empresarios sostienen que “ayudar a México es haciendo gente más productiva, no dependiente”.

El caso es que las esquinas y calles de nuestras comunidades están invadidas de decenas de indigentes y pordioseros, donde para muchos, los limosneros son personas incómodas, y más cuando hasta se enojan que alguien los rechace o no les proporcione lo que piden.

Pero analicemos las cifras arrojadas de un levantamiento efectuado en las principales localidades de Hidalgo.

Y lo haremos con un ejemplo. En promedio, un semáforo cambia de estado cada 30 segundos: treinta en rojo y treinta en verde.

Por cada minuto, un limosnero tiene 30 segundos de tiempo útil (cuando el semáforo marca el rojo) para lograr recibir al menos dos pesos. Con este esquema, en una hora de trabajo, el limosnero habrá recaudado 120 pesos.

Si un limosnero trabaja 8 horas diarias, descansando los domingos, al mes habrá trabajado 25 días, dejándole un ingreso de 24 mil pesos mensuales.

Ello sin considerar que en un tercio del porcentaje, algunos “caritativos ciudadanos” se mostraron más generosos y dieron hasta cinco pesos, creyendo que dar más los hace “mejores personas”, “más bondadosas” o “estar más cerca de Dios”.

Pero quizá algunos opinen que ésta es una cuenta absurda y sólo se trata de una artimaña publicitaria para aniquilar la miseria de miles de menesterosos esparcidos en las ciudades, que no tiene más remedio que pedir dinero en las calles para aquietar el hambre.

Pues entonces asumiremos que conservadoramente un limosnero únicamente recaude un peso por minuto, es decir, 60 pesos cada hora de las ocho que dedique al día, lo que en cifras redondas equivale a 12 mil pesos mensuales.

Esto equivale al salario promedio de un supervisor de Ingeniería, que se desempeña en una empresa de porte mediano, trabajando 48 horas nominales por semana, y en varias ocasiones teniendo que acudir los domingos a resolver problemas de mantenimiento y otros quehaceres, amén de las horas extras no remuneradas.

De esta forma, cuando un limosnero recibe cinco pesos, que no es raro, puede descansar tranquilo debajo de un árbol por los próximos nueve cambios de luz del semáforo, y sin que ningún jefe lo “joda”, redacte un informe, plantee sus objetivos y demás.

Entrevistada en la vía pública, una mujer que vive de la “caridad” dijo que diariamente recauda de 400 a 450 pesos.

Con esto, se calculó que la mujer percibe un ingreso de 10 mil a 11 mil 250 pesos mensuales. Y lo más sorprendente: la fémina, envuelta en andrajos, reveló que jamás llega a trabajar ni siquiera ocho horas diarias, como tampoco los 6 días a la semana.

Lo cierto es que, después de este resumen, se tienta mejor la idea de ser limosnero que un destacado profesionista que entrega su vida a la productividad empresarial, vivir del erario o escribir columnas periodísticas.

Y pedir limosnas es más lucrativo, pues no genera obligaciones fiscales, categorización laboral, luchas sindicales, o haber conquistado menciones honoríficas en la universidad.

Así de cierto: las empresas pagan menos percepciones que el noble oficio de limosnero.

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